Fecha

2019

Categoría

Narrativa

—Pasá a la cocina, nena. Te preparo un café —me propuso Marcos desde la puerta, al abrirla con una sonrisa amplia y amable.

—Hola, permiso Marcos. Pasó nomás —enfatizó la invitación con un gesto de la mano— ¿Por qué seguís llamándome así? —la respuesta ya la sabía, quería provocarle.

—¿Nena?

—Sí, eso mismo. No soy tu nena. No soy más tu nena. Ya fue eso. Hace tiempo.

—Tenés razón. Pero siempre vas a ser la única nena en mi vida. Te guste o no.

—Incomoda un poco. Mirá si hay alguien más te escucha… se equivoca seguro.

—Y que se aguanten. ¿Desde cuando te importa lo que piensen los demás?

—Desde ahora. Yo qué sé… no está bien.

—Vos lo decís por un extraño significado de pertenencia o algo parecido. Te conozco, te volvés loca intentando averiguar los intersticios de las cosas. ¿Café?

—Sí, cortado —asomó una sonrisa de que ya lo sabía.

—¿Tengo razón, entonces?

—¡No! No tenés razón. No me gusta y punto. Siempre psicoanalizando vos…

—Puede ser… admití que venís para eso.

—Ni sé ya… Igual tenés razón y no tendría que venir más a verte.

—¡Para! No; si me encantás, nena. Vos seguí viniendo. No sabría que hacer sin estas tardecitas de café.

—Nos hacemos viejos, ché…

—Yo sí, vos estás hecha una nena linda.

—Y dale… Nunca descansás vos…

—Contigo no puedo. Si me duermo, te vas con otro. Otros cafés, otras cocinas.

—Tu cocina es un diván. Acá no hacemos más que analizar situaciones y perspectivas.

—¿Querés que hagamos más cosas?

—Preparáme el café de una vez, y dejáte de historias. Sos rápido vos…

—No tanto, mirános. Puro café amargo en la cocina hoy.

—Exagerado.

—Gracias, nena.

—¿De qué?

—Por regalarme estos ratitos de vida tuyos. Son preciosos.

—¡Anda a cagar, Marcos!

—¿Ves? Cuando me pongo romántico, me cortás el rollo. Descansá un poquito, nena. Bajá los brazos.

—Tenés razón. Perdonáme.

—Ahora sos vos la que se pone así, blandita.

—Tarado. ¿Y el café?

—Si te encanta. Tomá. Cuidado no te quemes.

—¿Va con doble sentido?

—Conmigo hace rato que te quemaste. ¿Querés volver a jugar con fuego, nena?

—Cerrá la puerta y te cuento algo. Andá. Dale, andá y jugamos. Nene.


Cerró la puerta. El café estaba riquísimo, como siempre.


Jimena Antoniello Ligüera