Fecha

2006

Categoría

Poesía



 

La visitante    [*]  

hugo fontana    [**]  


contratapa

todavía anda por la calle este hombre cansado
camina de un lado a otro con cansancio mortal
va y viene de san josé y paraguay a san josé y yi
-el cine metro, dos bares, el balmoral, una joyería que ofrece
dijes y bombillas de plata-, toma un café, regresa, escribe
un poema en hoja provisoria, escribe un poema como hace diez años
que no escribía un poema, cansado, atribulado, exhausto
y vuelve a caminar sabiendo que el resto de la tarde sólo
-cómo golpea, cómo duele esa mujer desde la contratapa de un libro-
le promete caminar nuevamente, escalonada su fatiga, su cansancio sin
rellanos, desde los talones hasta la esperanza de escribir un poema
en hoja definitiva, sin pasamanos, sin vértigo, y anda acosado por el
peligro de que más de una mujer lo ame –cómo golpea, cómo duele esa mujer
desde la contratapa de un libro, ocultando sus ojos- y camina de un lado
a otro y va y viene y va y viene y va y viene para que ninguna mujer
lo detenga ni lo aceche similar peligro, de san josé y yi a san josé y
paraguay y desde allí a la ciudad vieja y desde allí a otro lugar y desde
allí a otro luego y cuando quiere acordar llega a su casa y ve su cama sola y
entiende que ha dado la vuelta al mundo y que un nuevo peligro
lo espera en su breve sueño, esa otra mujer –cómo golpea, cómo duele
esa mujer de ojos ocultos desde
la contratapa de un libro-,
esa otra flecha.

y anda por la calle –la suprema
corte, otro hotel,
casa mallory,
rufino, el
negocio de platillos y guitarras,
el kiosco donde se detiene a leer los titulares matutinos-.

(el ministerio público hizo saber que
a diario dos o tres mujeres mueren de amor
tras los
pasos de
un hombre cansado)


azul profundo

ayer julia a las ocho y media de la mañana
en la parada del ómnibus
a media cuadra de casa
después de dos meses y medio de haber sido abandonada
ayer virginia
ayer cielo
ayer ana
ayer julia preguntando cómo estoy
-bien, digo, voz de hombre recién levantado de su cama sola
preguntando cómo estás a la mujer que abandoné hace dos meses y medio
-ahora bien
ahora
ayer julia
virginia
cielo
ana
pasos sobre
piedras azules en la calle colonial
el olor de las últimas gotas de aceite
ardiendo en las fatigadas lámparas
ruido a lámparas cascos barcos
ahora estás bien porque estás frente a mí
porque me vuelves a ver después de dos meses y medio

olas, jesús
olas


esthetic class hero

ah, la quedaste, un polvo, una buena sacudida, dos o
tres palabras dichas a las dos o
tres de la madrugada,
un dedo, dos dedos, tres dedos, cuatro dedos,
la quedaste, un empujón, una chupada, un choque,
ah, la quedaste, príncipe kropotkin,
el sabio de dimitrov, el santo de moscú
un vaso de whisky, una copa de vino
dos o tres frases bien escritas, un título (princesa),
la quedaste, michel foucault, onetti, edgar lee masters,
esthetic class hero, un beso hasta la garganta, un beso
seco a la puerta de su casa, ah,
la quedaste, severino, en la misma madrugada.

ahora podrán fusilarte, partirte la cabeza en dos o
tres pedazos y los fusileros terminarán preguntándose
dónde estaba la sangre de este hombre del que sólo emana un solo
pensamiento, ah, un culo tibio, unos ojos -¿es que nunca
habías visto unos ojos así, cesare pavese?-,
unos ojos
unos ojos


El amenazado

fumo sentado en el puente ferroviario sobre el arroyo toledo.
de eso moriré. allí dejarán mis cenizas dos o tres
mujeres a las que alguna vez instruí.

sombras, un agua turbia, severa, lenta

(un muchacho se acerca por la vía. carga una larga
rama de álamo y un machete en la mano derecha.
me pide un cigarrillo. le digo que sólo
me queda uno, que lo fumaré al regreso.
se detiene a mis espaldas. clava el machete en la tierra)

un viento frío que helará mi sangre las noches de invierno

se oyen ruidos que no entiendo, que aprenderé a desentrañar
(golpes sobre los rieles, golpes detrás de los altos árboles)

mis ojos perpetuos mirando el día más triste
(golpes de distancias
apenas a unas cuadras de la casa donde escribo,
donde ya no seré feliz)


perro

yo tuve una lista de cosas que no tuve
álvaro ojeda

una semana, un mes, un año. la tristeza morirá como un perro viejo.
lorrie moore

esta habitación no existe
esta pantalla este gordo cardíaco melancólico que habla por teléfono delante de mí
aquella mujer con voz borracha que es puro tabaco que ha hablado toda la mañana
intentando descifrar algo de su vida quebrada irrecuperable
este teclado no existe aunque estas palabras lo acercan a la existencia
esta guía de letras de palabras de significados de versos que quizá se desvanezcan
en infinito virtual
estas manos existen aunque ya les quedan pocos recuerdos pocos secretos
un poco humor un poco gusto un poco flujo
estas uñas existen y también sus estrías de respiración entrecortada
pero cuando los expertos acaso del fbi rastreen con sus novísimos instrumentos
encontrarán huellas de inexistencia que habrán de exculparme
como si realmente no hubiera cometido crimen alguno
duran poco las cosas incluso las que se meten debajo de las uñas
adentro de la carne en la mitad del corazón donde habita un perro viejo
existe una rambla una ola perseverante rompiendo en la costa en el viento
el viento existirá siempre
un campo de golf
una casa
la mesa de un bar que ahora está siempre vacía
un vaso de whisky el whisky existirá siempre
en el mundo hay, como es lógico, cosas eternas
otras que no


todo ha cambiado de lugar

ahora, de tanto mirar, tengo los ojos celestes como mi abuelo
el italiano -aquel errabundo que se embarcó rumbo al río
de la plata cuando debía abordar el buque hacia brooklyn-.
ahora tengo en la boca un regusto a tempestad
marina -los malpensados supondrán de inmediato, ostras,
resacas, otras delicias vascas- y destapo las botellas de vino
con sabiduría de pirata, relativamente lejos de mi entrepierna.
ahora mi entrepierna es más alta, más gruesa, más poderosa
-el almirante que torcerá el derrotero, salitre que cubre su tuerto
mascarón- y entonces pienso que brooklyn queda maravilladamente cerca
y que manhattan está a la vuelta de casa y que en la quinta y la treinta y
cuatro hay una parcela esperando a la hormiga y su ombú.
ahora la grava es ola y viento y el viento tumba dragones.
ahora, desfallecido aquel viejo terror a la soledad, tengo miedo
de los gatos, oscuros equilibristas de tejado,
y la dicha es una perra clara como tus ojos.
ahora todo ha cambiado de lugar.


leaving jackson

chau
una violencia
un cielo turbio, alejado
hasta aquí la borrasca la tempestad la temporada de tormentas
un convulso cielo
es bueno despedirse de una mujer
con el nombre de otra
chau, cielo
el sacudón la sacudida el golpe
es bueno celebrar en voz baja
mirar arriba
encontrar las últimas nubes en el cielo
sentirse como kropotkin recién llegado al jura
como majno de regreso a ucrania
como malatesta ante el cadáver de mussolini
es bueno sostener en los labios la sonrisa de
severino frente al pelotón
adiós los olvidados cielos
la media boca, los ojos blancos
chau, turbión sobre ramírez
sobre la costa
sobre la mesa de un bar
chau, las verdaderas conchas de barrett
y del dolor uruguayo
y del despejado cielo
(saber como barrett que aunque la torva tunelería pulmonar
sacuda con ritmo de cumbia las pequeñas esperanzas
es siempre bueno despedirse
y empezar otra vez)


formas y versiones

a víctor cunha

lástima haber amado tanto tan de golpe
lástima que mi amor no fuera
peligroso como un devoto
conciliador como un estadista
negociador y sanguinario como truman
winston churchill el pepe stalin
artero como lenin o theddy roosevelt
imperfecto como el origen de la familia la propiedad privada y el estado
las venas abiertas de américa latina
montevideanos
mentiroso como trotsky o richard nixon
astuto como perón o fidel castro
farsante como un enviado como un ministro de defensa
fanático como un patriota
lástima lástima lástima
que mi amor fuera gigantesco y vehemente como bakunin
portentoso como el príncipe
lúbrico y sediento como emma la roja
caudaloso como el arroyo de reclús
profundo y oscuro como el túnel de roscigno
urgente como barrett, bueno como malatesta
transparente y dulce como luigi como luce
ingenuo y violento como severino como ravachol
hechizado y resuelto como durruti
justo como el camino de lao tsé
lástima lástima lástima
que mi amor fuera tan obcecado
tanto
tan de golpe

lástima haber amado tanto tan de golpe
lástima que mi amor no fuera
conciliador como un estadista
negociador y sanguinario como truman stalin
artero como lenin o roosevelt
imperfecto como el origen de la familia la propiedad privada y el estado
las venas abiertas de américa latina
mentiroso como trotsky
farsante como un enviado como un ministro
fanático como un patriota
lástima lástima lástima
que mi amor fuera
lúbrico como emma
caudaloso como un arroyo
profundo como un túnel
urgente como barrett, bueno como malatesta
justo como un camino
lástima lástima lástima
que mi amor fuera
tanto
tan de golpe

lástima haber amado tanto tan de golpe
lástima que mi amor no fuera
imperfecto como el origen de la familia la propiedad privada y el estado
mentiroso como trotsky
farsante como un ministro
fanático como un patriota
lástima lástima lástima
que mi amor fuera
dulce como luigi como luce
violento como severino
lástima lástima
que mi amor fuera
tanto

lástima haber amado tanto tan de golpe
lástima que mi amor no fuera
fanático como un patriota
lástima
que mi amor fuera
como bakunin
como durruti
como el tao
lástima
que mi amor fuera


la visitante (i)

Viene mi amante, entran los días; yo diré si me tocan.
Bajo al comedor y ya te estás diluyendo, no nos hemos sucedido.
Silencio. Nuevos visitantes.

Julieta Valero

hierve la salsa sobre el fuego, ofrezco un agotado lugar, hago escuchar
una música vieja, remota, estridente. me sirvo otro vaso de vino, vigilo la aromada
salsa, observo las burbujas de vapor que cada tanto rompen sobre la superficie
amarillenta. la heladera ronronea como un gato terrible, enfermo, necio -como aquellos
que aterrorizaban a mi mujer anterior, la que nunca entró a mi casa ni ya lo hará jamás-,
sonámbulo, ominoso, abyecto. preparo sobre la segunda hornalla una taza de arroz
con curry que cada tanto barbotea como si estuviera sufriendo una crisis pulmonar.
parece mentira: en qué poco tiempo es posible beber un vaso de vino. retiro la salsa
que ya ha espesado lo suficiente, y pongo a dorar dos pechugas de pollo. otro vaso. otro.
medio vaso de vino blanco en la sartén, un vaso de vino tinto en la mano. con ella señalo
la noche tras la ventana, los tupidos árboles: se acerca el verano aunque esta noche
hace frío y será bueno dormir contigo. mi cama o tu cama, no tiene importancia, no distan
más de cuatro cuadras entre una y otra. esas cercanías. es probable que tampoco importe ya
dejar de escuchar a miles davis y poner las cuatro estaciones de vivaldi, ahora que el verano
acecha en la noche como un gato terrible, enfermo, necio, sonámbulo, ominoso, abyecto


la zona cero

Sin embargo, el hombre está haciendo algo con la melodía: sus dedos se
detienen, saltean dos o tres acordes en un silencio expectante, y luego tocan otro, extraño, que
parece contenerlos a todos. El tempo de la canción es acelerado un momento, luego
estirado hasta que los dedos se arrastran literalmente sobre las teclas. Cuando un cúmulo de
disonancias parece anunciar una bifurcación ya definitiva, otro acorde singular viene a
instalar la melodía. (...) La postura del hombre alto tampoco parece la de un pianista
profesional. Ajeno a cualquier tradición, se encorva hacia delante y tuerce la cabeza hacia
arriba, mirando a ninguna parte. Sus manos son pequeñas, con dedos gordos que se apoyan
paralelamente a las teclas, para llegar a las negras con comodidad; un puño cerrado arranca
un acorde especialmente inusual de cuando en cuando. Y la melodía sigue allí, pero el
hombre juega con ella una y otra vez, desarmándola y examinando sus piezas, y luego
volviéndola a armar, pero haciéndola mirar a otra parte. La canción que uno sabía de memoria
rebrota con nuevos ángulos y armonías.

Fernando Chiappusi (Thelonius Monk. Arquitecto del piano)

¿qué templo nos contuvo, mercaderes, náufragos, qué sótano del village
nos partió la boca por la mitad, una sonrisa cuajada, melancólica, una llama
azul, eléctrica, un árbol pequeño en la vereda, un viejo sillón en la vereda
desde donde unos muchachos miran en silencio a los transeúntes que pasan
con expresiones de asombro, contando las monedas de sus bolsillos, mirando
a lo alto, adivinando el paradero del imperio? ¿qué rara embriaguez más allá
de becklet street, donde empieza la boca de la oscuridad y los chinos traman
sus sangrientos crímenes dibujando planos de callejones en el abdomen
de sus mujeres? plink, plank, plonk, ¿qué canción tocas, thelonius monk?
de mi mano derecha sólo un dedo sobrevive fuera de ti, de mi mano izquierda
flamea una caricia sobre tu pelo, sobre tu cuello, sobre las cicatrices de tu hombro
(¿era el derecho o el izquierdo? bien sabes que lo sé, que lo recuerdo
perfectamente. demasiadas huellas como para que seas otra mujer.)
¿qué mano lleva mi melodía? ¿qué mano la destruye? ¿la dulce
o la feroz? ¿la que se ha quedado sin dedos y sería capaz, sin embargo,
de filigrana?

blue note o el village vanguard, los restaurantes repletos, el hombre equívoco
que no sabe a quién espera en la esquina siguiente, el actor's studio (saldrá
en cualquier instante marilyn o marlon brando, se abrirá la puerta y aparecerá
alguno de ellos) ¿qué tocas, thelonius, detrás del humo? aquí sólo se puede fumar
a la entrada del baño, del fin de la barra hacia la derecha. ¿qué festejas?
ella sorbió los restos de crema doble de la torta de cumpleaños, ¿sabes dónde?
¿sabes qué punta había embadurnado con los restos de crema doble? el imperio no es
un tigre de papel, como decía mao, ¿qué tocas, plink, plank, plonk, thelonius monk,
bebido por el alcohol?

no pensé que mi mano cupiera allí, en esa callecita en penumbras
donde el verano parece esperar a ras del suelo. basta mirar hacia las cornisas,
hacia las luces del techo, y esperar que la bruma se disipe y seguir tocando
lo que se pueda tocar con una mano renga mientras el desgarro atrapa
a la mujer dulce (¿cómo, nunca te dije que eras dulce? sí, te lo dije, pero
hasta ahora nunca lo había hecho público. una cosa era tu analfabetismo
sentimental, otra cosa la dulzura oculta, irreprochable, feraz contra la que
luchabas. ¿qué tocas, thelonius monk?)

juan carlos gómez, la desatada lluvia, la pasiva de sarandí, thelonius ha cambiado
su piano por un saxo tenor abollado y se protege del agua bajo un alero de la peatonal.
¿hasta cuándo seguirá a mi lado la mujer que camina a mi lado?
¿tocas bésame mucho, thelonius? ¿es eso bésame mucho? ¿bésame mucho es
apenas lo que queda entre un mordisco y otro, thelonius,
o es causa de otro dolor el dolor, de un furioso cachetazo?
¿es este moretón oscuro bordado de dientes a un costado de mi brazo bésame mucho?
¿cómo pretendes ser un barroco con el puño cerrado, negro cuando bien se sabe
que todos los barrocos son pelirrojos?

plink, plank, plonk,
¿qué tocas, thelonius monk?
nadie se despide de ese modo, es cierto, pero tampoco existe el crimen
perfecto: nada tarda más que acaso la vida entera de un hombre
y el retorno es una ley sagrada. duro será el paso de la mano sobre el teclado
en tanto se tenga que escribir para continuar construyendo el olvido.
hay otras necesidades, como seguir celebrando el santo del niño
en el mismo lugar. insiste, por favor, al menos en mi fantasía. ¿qué habrá
cuando termine la séptima? ¿los dientes destrozados de las torres?
¿dónde empieza la zona cero? ¿qué es
lo que tocas, thelonius monk?

plink
plank
plonk


tema del traidor y el héroe

"Todas las grandes pasiones son desesperadas: no tienen ninguna esperanza, porque en ese caso no serían pasiones, sino acuerdos, negocios razonables. (...)Quien sobrevive al otro es siempre el traidor. (...) sobrevivir a alguien por quien nos habríamos dejado matar por amor, es uno de los crímenes más misteriosos e incalificables de la vida."
Sandor Màrai

"no negociamos nada. queremos todo"
pintada anarquista en reconquista y ciudadela

he perdido la noción de lo femenino.
antes las mujeres eran distintas
(quiero decir entre sí, quiero decir
que no eran iguales como ahora sucede).

camino. ya me fui. sigo caminando.
incluso llegué a despedirme.
he derrotado aquel cansancio, pero ahora
me atrapan los tropiezos de la confusión.
(antes las mujeres eran lindas y feas
altas y bajas, jóvenes y viejas
y no andaban por la calle simulando
ser iguales que vos.)

hubo un momento en que huí.
cargo conmigo la voz de lo inmortal;
daré testimonio.
(soy amodio pérez y está todo dicho.)
(creo no haber entendido nada.)

¿abandoné a la mujer que tanto amé?
¿negocié con las trampas del abandono?
¿abandoné a la mujer que sigo amando?

cruzo mujeres que tiene los ojos claros
como una perra
una cicatriz en el hombro
un solo gesto, terminante, abrasivo.

dentro de cien años este testimonio sobrevivirá.
hubiera preferido la súbita ráfaga
sobre el pabilo
(sobre el tuerto mascarón)
hubiera querido ser como el príncipe
(que la historia me sepultara
silenciosamente
hasta que hugo fontana diera cuenta de mí).


acto de justicia

yo te maté primero
Mercedes Estramil

yo
como mateo morral
dejé caer desde el balcón de la calle mayor el ramo de rosas rojas
encubriendo la orsini cuando volvías al frente del cortejo real
tras haber dormido con el hombre más estúpido del mundo
yo
como kurt wilckens
dejé caer a tus pies la bomba de fragmentación y vi cómo el fuego
subía por tus ropas desnudas y abrazaba tus entrepiernas
y como no fue suficiente desenfundé mi revólver y disparé hasta
el hartazgo sobre tu cuerpo inerme
yo
como santo caserio
hasta la empuñadura hundí mi puñal en tu abdomen al grito de
viva la anarquía cuando pasabas en el ruidoso carruaje
ingenuamente convencida de tu inmunidad secular
yo
como ravachol
como angiolillo
como radowitsky
como severino
golpeé una noche a tu puerta pedí a tu hijo que anunciara mi llegada
y apenas asomaste en el umbral descerrajé tres balazos en mitad
de tu sabroso pecho
yo
como wladimirovich
me hice pasar por loco y un día volví a convocarte
viajé miles de kilómetros desde el frío glacial hasta el verano más tórrido
aguardé en silencio simulando delirios sentimentales y místicos
y convencí al tonto del pueblo para que te partiera el corazón
no sin antes advertirle que debería repetir hasta el cansancio
esto es de parte de hugo fontana
esto es de parte de hugo fontana
esto es de parte de hugo fontana
esto es de parte de hugo fontana
esto es de parte de hugo fontana
esto es de parte de hugo fontana
esto es de parte de hugo fontana
esto es de parte de hugo fontana


el gato de poe

i

el tercer cielo de la casa es para los niños,
para tus sueños. el intermedio es para
entrar y salir, para mirar y pensar.
el de abajo es para comer y beber,
para el bellísimo jardín, para la gran tevé.
hay dos baños, uno en el cielo de arriba, otro
en el de abajo

un sábado, calle por medio,
sonó una alarma durante toda la mañana

en el baño de abajo hicimos cosas (sobre el
water, contra la pared)

(hay mujeres
que han visitado tu casa y aún me detectan)

¿cómo haré para escapar de allí?

ii
¿a qué no saben quién era el hombre que
ayer por la tarde, cuando regresaba a mi pueblo,
vi sentado en el muro de la casa de parque del plata
fumando, tomando mate, escuchando a zitarrosa
en una pequeña radio a pilas mientras miraba el rostro
de los conductores, las ventanillas vacías
de los ómnibus, las doradas piernas de las ciclistas,
el verdecido álamo del terreno de enfrente?

yo


la visitante (ii)

voces de niños. vasta madrugada.
somos yo o mi hija regresando de la escuela
y otros y otros niños. horas de rondas
en derredor del árbol. en la oscura, silenciosa habitación
a mi lado una mujer duerme serenamente.
no es la madre de mi hija
ni quien convivió conmigo durante diez años
ni la frugal adolescente que iba a la escuela con aleyda
ni la niña del cabaret
ni aquella a quien tanto aterrorizaban los gatos
ni aquella que me leía sus poemas con voz apesadumbrada
ni la tenue muchacha de mano pequeña y débil.
voces y risas de niños, la lámpara de la calle, un motor distante como la luna.
con qué furiosa velocidad ha pasado la vida.


edad de piedra

mis tres o cuatro mujeres han salido a cazar
(me han dejado solo en la caverna que compartimos
desde hace mucho tiempo. ¿tiempo? cuando la primera
de mis mujeres entró por primera vez a este lugar
yo no tenía estas manchas ocres en el dorso de la mano.
supongo que el tiempo es lo que dista entre el momento
en que una mancha no existe y el momento en que aparece.
ya vendrán poetas, astrofísicos, charlatanes. quizá puedan descifrarlo)
decía: mis tres o cuatro mujeres han ido de caza.
están convencidas de que cuanto más me alimentan
más potente es mi entrepierna, aunque hace poco me di cuenta
de que cuanto más como, más rápidamente quedo dormido
antes de atenderlas a todas.
¿qué cómo es el hogar? cenizas. jergones aquí y allá
que ellas mean, alternas, obsedidas, y con los que luego me cubren.
algunos dibujos en la pared que cualquier censor se atrevería a desautorizar.
le he pedido a la mujer de los ojos claros como una perra
que robe una bota de vino (sé que a ella le gusta el vino
mucho más que a las otras)
¿que por cuál empiezo? pura arbitrariedad.
hay veces que tengo ganas de la más joven (extrañamente
la primera que entró en mi vida. es que su piel y sus mejillas
han soportado con mayor dignidad el paso del ¿tiempo?)
hay veces que tengo ganas (últimamente la mayoría de las veces)
de la de ojos claros como una perra (hay un descubrimiento perpetuo
debajo de su apariencia impenetrable);
otras, de la que siempre me cuenta cosas que pasaron mucho antes
de que mis manos tuvieran manchas, la que suele darle más importancia a mi lengua
que a mi entrepierna, la que siempre me araña cuando ya se siente satisfecha
(en realidad todas me arañan, sobre todo algunas que terminé echando
aunque tampoco encuentro razón para que estas tres o cuatro permanezcan
conmigo). ahora han salido a cazar. generalmente regresan con un venado agonizante
un pájaro con el plumón ensangrentado, un huérfano embarrado que implora
hasta que acabamos con él.
la cuarta. no mencioné a la cuarta, como si alguna vez
no tuviera ganas de ella. es la que cura los arañazos de las demás y después me monta y
después me araña con mayor ferocidad. su virtud consiste en cambiar de rostro todos los
días: a veces se parece a una muchacha, a veces a una mujer, a veces a una madre.
ojalá se pierdan por unos días, olviden el camino de regreso, las detenga una tormenta
a orillas del río.
estoy dispuesto a pasar hambre por un tiempo.


la última palabra

en el ómnibus
intento leer un poema de raymond carver
un hombre, alguien que pide, que exige
que las cosas -todas las cosas- vuelvan a ser como eran
un minuto antes, una hora antes, un día antes.
el chofer ha subido el volumen de su radio: desafina
un cantante que ha reconvertido una vieja canción
melódica y que ahora suena como una cumbia.
el ruido de la calle atraviesa las ventanillas cerradas.
una ambulancia, un ciclomotor, otros ómnibus
y además de todo ello un vendedor -un hombre pequeño,
cansado, viejo, tenaz, cetrino como un boliviano y de bigotes que bajan
tristes, descoloridos, a los costados de las comisuras-
ha traído la última palabra en quitamanchas.
mientras dibuja con un marcador una informe nube verde en su camisa blanca
enumera las cualidades del producto -y las repetirá durante cinco minutos-.
manchas de vino, de café, de tinta, de aceite, de grasa, de amor, de sangre
sobre cuero, cuerina, algodón, lana, polyester.
unta un cepillo de dientes con la milagrosa crema
y lo pasa luego sobre la extraña nube verde que desaparece
como por arte de magia.
difícil saber si el hombre de carver podrá recomponer su mundo
lograr que las cosas que tenían un orden en su vida
vuelvan a ser como antes, como un minuto antes
como una hora antes, como un día antes

Libro de poemas publicado en forma exclusiva por Revista Cultural Digital

Hugo Fontana